El cachorro del amor crece y juega a morder el hueso de aquel primer beso. Tu imagen se sucede sin pausa, como un largo cortometraje en los ventanales de la avenida. Allí, apareces y desapareces, precisa como el salto del gorrión en su antena patria.
Apareces, apareces y te contemplo, a lo lejos, como si desafiaras esta falsa combustión de horas, esta gris rutina que respiran las terrazas, el triste asfalto que bosteza gripe e insomnios.
De nuevo vienes, de colorido desenfado, colmando de perfección el presente, saltando las aceras a piola, entonando la alegre canción del regreso, tejiendo sonrisas con tus brazos de araña.
Sabes, podrías acercarte dejarme con una de tus uñas mientras juego a morderla como un perropodrías acercarte hasta mi silencio abandonarme con el humo de tu fuego en mi hoguera de labiosSabes, uno de estos días podrías acercartetomar mi mano atarla a tu sombradejarme con los enigmas de tu presenciamientras te marchas por las ventanas de las cosas