Breve y dulce hasta la vista. Se despidió del gris otoño, besando una pequeña estampa de hojas caídas que guardaba en la manga beige de su rebeca de lana, sopló un leve beso escondido en la palma de su mano y se marchó.
Por unos instantes se sintió hormiga al servicio del gélido invierno, atareada abeja libando las palabras que colgaban de los portales, y quizo marchar... esperar la primavera sentada bajo el pálido árbol de sus sueños, crecer como flor en germen desde sus pequeños pies descalzos, coleccionar gotas de lluvia y colorearlas de inocentes caricias.
Apenas sin conocer los miedos que habitan las aceras, inesperadamente marchó dibujando una sonrisa en su rostro.