Recuerdo aquellos días en los que iba a verte para llenarme de tu mirada, aquellos días donde la tarde, silenciosa, se diluía como una acuarela de extraños colores entre los estrechos callejones al tiempo que las parejas adolescentes se disputaban las escalinatas de la plaza con un tierno y breve desasosiego.
Esta tarde, subido a esta montaña de hojas de papel, quisiera recolectar ese cálido fruto del consuelo de tu voz, abrir poco a poco las puertas del pasado y airear aquel derroche de amor, moldear las razones tímidas que se pronunciaban en tus brazos mientras la vida se resumía en las letras de tu nombre
Permíteme que hoy respire profundamente contigo, que mis dedos traten de desdibujar atardeceres lejanos, aquellas mañanas que se escapaban surcando la estampa viva de tus pupilas, las noches que llegaban, serenas, tras la lenta ceremonia de tus besos.
Deja que mi corazón se estremezca en una lágrima, que vuelva a recordar con rigor aquellos minutos donde mis manos descubrieron la discreta suavidad de tu cuerpo mientras tú me envolvías en la caricia de tu mirada.
En esta tarde, agrupando los colores agradables de la distancia que de mi te separa, me acerco a tu corazón y lo contemplo...conjugando tu mirada con mis torpes ojeras.